
ROBERT SCHWENTKE
DECLARACIONES DEL DIRECTOR
Casi 70 años después de los hechos, las brutalidades de la Segunda Guerra Mundial suscitan todavía incomprensión y consternación. Para los estándares contemporáneos, los violentos actos cometidos parecen anormales, psicopáticos y terroríficos. Pero el horror es algo moral. No se trata de un concepto analítico.
Para poder explicar las acciones de Willi Herold, debemos comprender el mundo en el que vivió. Debemos ir más allá de las respuestas estrictamente morales y experimentar el mundo desde su punto de vista. No de una forma moral sino viendo lo que él vivió y sintiendo lo que él sintió.
Nuestro público necesita experimentar la realidad de Herold directamente, de una forma histórica, psicológica y social. Visceralmente, emocionalmente. La historia no puede contarse desde afuera hacia adentro, sino desde dentro hacia afuera. Debemos sumergir por completo al público en el estado de ánimo de Herold.
Nuestro propósito no es justificar ni perdonar las acciones de Herold mediante su contextualización sino comprender el marco de referencia que hizo posible tales acciones, llegando a lo general a través de lo específico. El hecho que Herold particularice en extremo la perspectiva de un acontecimiento histórico específico, nos permite vislumbrar una verdad universal sobre la condición humana en tiempos de guerra, en el pasado o en el presente. ¿Por qué contar esta historia? Porque como dice el escritor alemán Arnoe Schmidt: “a través del pasado comprendemos el presente, y a través del presente nos preparamos para el futuro”.
En términos psicológicos, los habitantes del Tercer Reich fueron tan normales como la gente de otras épocas históricas. El espectro de perpetradores fue una sección cruzada de la sociedad normal, y no un grupo específico de gente con probada inmunidad a la tentación o, como dice el filósofo polaco Günther Anders, de “inhumanidad con impunidad”.
Ellos somos nosotros. Nosotros somos ellos. El pasado es ahora.
Robert Schentke

ROBERT SCHWENTKE
ENTREVISTA
La acción de EL CAPITÁN se desarrolla durante los últimos días de la Segunda Guerra Mundial y está basada en un personaje real. ¿Cuándo se le ocurrió convertir esta historia en una película de ficción?
El Nazismo fue un sistema dinámico e hizo falta mucha gente para que esta catástrofe cultural sucediera. Me interesaba la fila de atrás de los perpetradores. Algunos actuaron desde un punto de vista ideológico; otros fueron oportunistas, matones legitimados o simplemente estaban fuera del camino del mal. No se trata de los arquitectos del sistema al que sirvieron, sino de la gente que vivió en la puerta de al lado, aquellas “pequeñas gentes” que mantuvieron vivo y coleando el sistema Nazi. Sabía que quería hacer una película desde esta perspectiva así que comencé a buscar una historia adecuada.
¿Entonces primero estuvo la idea de rodar una película sobre el fenómeno de una generación, y la historia de Willi Herold, el personaje real, surgió más tarde?
Efectivamente…
Usted asume el riesgo de convertir a los villanos en héroes y narrar un relato a través de los ojos de alguien con quien resulta muy difícil identificarse ¿Qué fue lo que le fascinó sobre el punto de vista?
Confrontar al público con una propuesta distinta. Todos esperamos e imaginamos seguir siendo moralmente rectos y seguir siendo lo suficientemente valientes como para oponernos al sistema. Pero ni la historia ni los hechos lo corroboran. No quería que hubiera una brújula moral explícita que forzara a los espectadores a encontrar su propio punto de vista, a preguntarse “¿Qué habría hecho en su caso?”.
EL CAPITÁN es tu primera película de época. ¿Cómo fue el trabajo de preparación de los decorados, la escenografía, el vestuario, etc.?
Una vez me introduje en la historia de Willi Herold, traté de descubrir cómo funcionaría en una película y qué tipo de película me gustaría hacer. Comprendí que tenía que investigar mucho y leer libros de historia y de psicología, diarios y novelas, intentando encontrar la respuesta a “¿Cómo pudo suceder aquello?”. Leí el último expediente que existe sobre el caso en los archivos del Estado en Oldenburg y visité el Gedenkstätte Esterwegen - el campo de trabajo del memorial de Ems- donde un antiguo recluso había construido de memoria una miniatura del campo. Las proporciones eran intencionadamente inexactas, con las torres demasiado altas, las cercas demasiado gruesas y la puerta increíblemente sólida. Era una visión subjetiva del pasado. Me afectó profundamente y acabó resultando más auténtica de lo que hubiera resultado una maqueta a la escala correcta. Sin embargo al Capitán no se le describa desde la perspectiva de las víctimas. Este tipo de mirada al pasado desde la propia experiencia se convirtió para mí en un principio rector que me inspiró, con un cierto nivel de abstracción, para crear la película.
¿De qué manera esta perspectiva modificó tu percepción del personaje de Willi Herold?
Cuánto más aprendía menos comprendía, llegando a la conclusión de que no se trataba de analizar cómo era el personaje de Willi Herold, ni de aplicar conceptos de la psicología clínica. Decidí que todos debíamos forjarnos nuestra propia opinión sobre Willi Herold y sobre su forma de actuar. Se trata de un espacio en blanco deliberado en el centro del personaje que permite al público encontrar sus propias respuestas.
¿Cambió esta idea a lo largo de la escritura del guión?
Fue cristalizando, pero existe todavía algo que me sorprende en un grado que no soy capaz de explicar. Lo que sucede ahora mismo en el mundo, tristemente, me ayuda a comprender lo fácil que resulta subvertir la democracia, su uso y abuso. Existen ciertas condiciones necesarias para que las atrocidades y el genocidio sucedan. Comienza con la retórica y luego deshumaniza a los antagonistas. Entonces nos dicen que las reglas de la civilización ya no pueden aplicarse y que matar está bien. Todo esto va de la mano de la legitimación de los crímenes cometidos.
¿Crees que EL CAPITÁN es en cierto modo una auténtica película de época?
No soy partidario del “fetichismo de la autenticidad”, maravillosa frase que la crítica cinematográfica alemana Cristina Nord utilizó una vez hablando de cómo las películas alemanas sobre el pasado nazi se habían convertido en el equivalente a las películas británicas sobre patrimonio. La falacia es pensar que si dispones de los vestidos y los automóviles correctos ya se trata del período correcto. Pero puesto que ninguno de los implicados en la película vivían en aquel entonces, lo único que podíamos hacer era investigar, leer y observar fotografías y películas de aquella época, por tanto sí podríamos decir que todo es un mero artificio. Por supuesto, todos los uniformes son los adecuados ya que EL CAPITÁN es una película de uniformes, pero nos tomamos muchas libertades con todo lo demás.
Esta película debe haber supuesto un cierto desafío, especialmente para el joven protagonista Max Hubacher. ¿Cómo preparaste a los actores para un cometido tan específico?
Muchas cuestiones estaban ya determinadas por el guión. Si analizas películas que tratan sobre la violencia, la brutalidad y la cara más oscura de la humanidad, en muchos casos, encuentras un pequeño agujero a través del cual puedes escapar, ya sea en forma humorística o porque se trata del único personaje al que te puedes agarrar. Sin embargo en mi guión no había escapatoria. La idea estaba muy clara para todos los implicados desde el momento en que lo leían.
¿Cómo fue el rodaje para los actores?
Cada uno de los actores se vino abajo en algún momento. Max Hubacher, que interpreta a Willi Herold, entró en estado de shock cuando filmamos su visita a los barracones de detención, con todos los prisioneros presentes. Bernd Hölscher, que interpreta a Schütte, comenzó a llorar después de que su personaje dispara a unos prisioneros. No se ven, pero siempre había gente rezaando por las vidas de estos prisionereos y algunos lo hicieron tan bien que después que yo dijera “Corten”, Bernd Hölscher rompió a llorar. Para él fue muy duro seguir rodando durante aquella noche. Yo también entré en shock cuando el personaje de Milan Peschel camina a través de los cuerpos muertos en la cuneta. En cierto modo nos afectó a todos.
¿Ensayaste mucho con tus actores?
Llevamos a cabo ensayos exhaustivos durante varias semanas. Ni el tono de la película ni la actuación es naturalista. Necesitábamos calibrar ese tono y las intenciones con el fin de garantizar que no nos inclináramos demasiado en una u otra dirección. Los actores trabajaron mucho para encontrar dicho punto.
EL CAPITÁN es tu primera película rodada en blanco y negro. ¿Qué hubo detrás de semejante decisión?
Dicen que Martin Scorsese intentó rodar para RAGING BULL en color y que cuando se la mostró a Michael Powell este comentó: “No puedes hacer esta película con tanta sangre en color. La gente no será capaz de ver más allá del rojo de la sangre. Tienes que rodarla en blanco y negro”. Esto me pareció increíblemente astuto, en términos de como el público percibe la violencia en una película y pensé: está claro que estamos ante una historia de sangre, necesito que la gente no la rechace. También fue una decisión intuitiva, porque nuestro conocimiento del pasado se basa en las fotografías en blanco y negro. La tercera razón fue estética: quería que la película tuviera una calidad abstracta. Se trataba de una teatralidad intencionada para la película, y el blanco y negro era más adecuado que el color.
Vives y trabajas tanto en Estados Unidos como en Alemania. ¿Consideras que las reacciones van a ser diferentes?
Se trata de algo difícil de predecir si bien es cierto que los alemanes no han visto antes este tipo de personajes en películas alemanas. En este sentido van a experimentar algo muy distinto al público americano. En cierto modo, es como cuando visionamos 12 AÑOS DE ESCLAVITUD de una manera distinta a como lo hacen los americanos. Justamente ahí está la diferencia cultural.